A mi corta edad me enamoré y no creo que pase de nuevo (al menos no asì).
Amalia era la niña que vivía a dos casas de mi casa, después de dónde vive el
señor flores que tiene los perros que siempre ladran a las nueve de la mañana,
cuando pasa el cartero. Nos conocimos en la plaza, en un principio a mí solo me
interesaba ir a la plaza porque me podía subir al árbol de los duendes que está
justo al final pero al principio, depende de donde uno llegue. ¡Hola!, que
haces en mi árbol? me dijo un día sábado que pasamos con mi mamá después de la
feria mientras ella leía un libro. No entendí porque los arboles tenían dueño y
porque su pelo estaba tan enredado que una mariposa vivía ahí. Me gusta subir aquí
y mirar esa nube que se llama charlie. Tampoco sabía que las nubes tenían
nombres, después conocí a una y le puse trufa. Compartimos el árbol un rato, veía
como de su sonrisa se formaban dos hoyos en su cara, bastante raro encuentro yo
porque a mí no me pasa pero lo más raro es que me gustaba que se riera aunque
su risa no era lo más armoniosa que había escuchado, era chistosa. Quedamos de
encontrarnos el sábado en la plaza, nuestras mamás se conocieron en el banquito
de la esquina y parece que hicieron buenas migas porque de reían harto y
parecían de esos pájaros que revolotean cuando hablan. Yo sentía que ella era
un pájaro porque siempre andaba con sus alas en la mochila y cuando saltaba
hacia ver que todo más pesado, le puse colibrí porque coloreaba los días y sus
zapatillas con luces dejaban rastros, como las luciérnagas. Pasamos muchos
domingos hablando de las cosas, del pasto, los caracoles y no entendía como podía
ser tan bonita, es como cuando uno encuentra una moneda en la calle y se puede
comprar 10 dulces o como cuando me encontré una piedra con forma de dinosaurio
que aun guardo en mi cajita de anilina
junto a otros tesoros más, como el botón rosado de su polera que se le cayó cuando
estábamos explorando un juego nuevo que apareció hace dos días en la plaza, yo
no sé cómo lo hacen, es magia. En fin, un día me dijo que se cambiaría de casa
porque ella quería y que si yo quería cambiarme a la casa del lado, le dije que
no y simplemente me dejo ahí. Nunca entendí
porque quería llevarme con ella, no creo que pegarse como chicles a los
banquitos sea la felicidad y en parte sentí que quería que fuera como el
sticker de su lonchera, la ponía más entretenida pero solo estaba ahí. me
enamore, ¿como lo sé si soy tan chico? bueno son cosas que uno siente es como
una ducha caliente luego de un día frio o cuando uno sube a un árbol y se encuentra
con una nube. la cosa es que nunca me voy a volver a sentir así, me da pena
creer eso y espero que en todos los años de vida que me quedan esta me
sorprenda y me muestre que estoy equivocado, por ahora solo me dedicare a
juntar las láminas que me faltan del álbum y a encontrar mis calcetines que perdí
en el pasto.
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