lunes, 23 de mayo de 2016

Equivocarme quiero hoy.



A mi corta edad me enamoré y no creo que pase de nuevo (al menos no asì). Amalia era la niña que vivía a dos casas de mi casa, después de dónde vive el señor flores que tiene los perros que siempre ladran a las nueve de la mañana, cuando pasa el cartero. Nos conocimos en la plaza, en un principio a mí solo me interesaba ir a la plaza porque me podía subir al árbol de los duendes que está justo al final pero al principio, depende de donde uno llegue. ¡Hola!, que haces en mi árbol? me dijo un día sábado que pasamos con mi mamá después de la feria mientras ella leía un libro. No entendí porque los arboles tenían dueño y porque su pelo estaba tan enredado que una mariposa vivía ahí. Me gusta subir aquí y mirar esa nube que se llama charlie. Tampoco sabía que las nubes tenían nombres, después conocí a una y le puse trufa. Compartimos el árbol un rato, veía como de su sonrisa se formaban dos hoyos en su cara, bastante raro encuentro yo porque a mí no me pasa pero lo más raro es que me gustaba que se riera aunque su risa no era lo más armoniosa que había escuchado, era chistosa. Quedamos de encontrarnos el sábado en la plaza, nuestras mamás se conocieron en el banquito de la esquina y parece que hicieron buenas migas porque de reían harto y parecían de esos pájaros que revolotean cuando hablan. Yo sentía que ella era un pájaro porque siempre andaba con sus alas en la mochila y cuando saltaba hacia ver que todo más pesado, le puse colibrí porque coloreaba los días y sus zapatillas con luces dejaban rastros, como las luciérnagas. Pasamos muchos domingos hablando de las cosas, del pasto, los caracoles y no entendía como podía ser tan bonita, es como cuando uno encuentra una moneda en la calle y se puede comprar 10 dulces o como cuando me encontré una piedra con forma de dinosaurio que aun guardo en  mi cajita de anilina junto a otros tesoros más, como el botón rosado de su polera que se le cayó cuando estábamos explorando un juego nuevo que apareció hace dos días en la plaza, yo no sé cómo lo hacen, es magia. En fin, un día me dijo que se cambiaría de casa porque ella quería y que si yo quería cambiarme a la casa del lado, le dije que no y simplemente me dejo ahí.  Nunca entendí porque quería llevarme con ella, no creo que pegarse como chicles a los banquitos sea la felicidad y en parte sentí que quería que fuera como el sticker de su lonchera, la ponía más entretenida pero solo estaba ahí. me enamore, ¿como lo sé si soy tan chico? bueno son cosas que uno siente es como una ducha caliente luego de un día frio  o cuando uno sube a un árbol y se encuentra con una nube. la cosa es que nunca me voy a volver a sentir así, me da pena creer eso y espero que en todos los años de vida que me quedan esta me sorprenda y me muestre que estoy equivocado, por ahora solo me dedicare a juntar las láminas que me faltan del álbum y a encontrar mis calcetines que perdí en el pasto.

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